MA VIE
Isadora Duncan
Capítulo VIII
Pasaba las noches y los días enteros en el atelier, en la búsqueda de una danza que fuera por los movimientos del cuerpo la expresión divina del espíritu humano. Durante horas me quedaba de pie, inmóvil, las manos cruzadas entre los senos a la altura del plexo solar. Mi madre se alarmaba a menudo de verme así inmóvil y como en éxtasis. Pero yo buscaba, y yo terminé por descubrir el resorte -fuerza, energía- central de todo movimiento, el hogar del poder motriz, la unidad donde nace toda la diversidad de movimientos, el espejo de visión donde brota la danza, toda creada. Este es el descubrimiento del que nace la teoría sobre el que yo fundo mi escuela. La escuela de Ballet enseñaba a sus alumnas que el resorte se encontraba en el centro de la espalda, en la base de la columna vertebral. es de este eje, dicen los maestros de ballet que parten los libres movimientos de los brazos piernas y tronco,, y el resultado da la impresión de una marioneta articulada. Este método produce un movimiento mecánico, artificial, indigno del alma. Yo buscaba lo contrario, la fuerza de expresión espiritual donde se irradian por los canales del cuerpo -entonces inundados de brillante luz- la fuerza centrífuga que refleja la visión del espíritu.
Después de meses de esfuerzo, durante los cuales yo aprendí a concentrar toda mi atención sobre este centro único, percibía que cuando yo escuchaba la música, los rayos y las vibraciones de esta música se dirigían en raudales hacia esta única fuente de luz que estaba en mí, donde se reflejaban en visión espiritual. Esta fuente no era el espejo del espíritu, sino que era el espejo del alma. Después de la visión que ella reflejaba yo podía expresar bajo forma de danza las vibraciones musicales. a menudo traté de explicar a los artistas esta primera teoría fundamental de mi Arte. Stanislavsky reporta en su libro "Mi vida de artista" esto que yo he dicho.
Parece que todo esto fue difícil de explicar con la ayuda de palabras, pero cuando, de pie delante de mis alumnas, las más pequeñas y las más pobres, yo les decía: "escuchen la música con vuestra alma. ¿No sienten ustedes un ser interior que se despierta en el fondo de ustedes, y que es por el que vuestra cabeza se endereza, que vuestros brazos se le levantan, que ustedes caminan lentamente hacia la luz?", ellas me comprendían. Este despertar es el primer paso de la danza, tal como yo la conozco.
Desde luego, las niñas, las más jóvenes comprendían que todos sus movimientos, que su mismo caminar poseía una fuerza espiritual que no existía en los movimientos nacidos del ser psíquico, o creados por el cerebro. He aquí porque todas las pequeñas niñas de mi escuela han podido, delante de un público inmenso en el Trocaedro del Metropolitan Ópera House, tener toda la sala entera bajo un encanto magnético que sólo poseían generalmente los más grandes artistas. Pero a medida que estas niñas crecieron, la influencia contraria de nuestra civilización materialista mataba en ellas esta fuerza y ellas perdían su inspiración.
Las circunstancias particulares que habían conllevado mi infancia y mi juventud, habían desarrollado en mí esta fuerza en muy alto grado, y, en diferentes épocas de mi vida yo era capaz de rechazar todas las influencias exteriores y de vivir de esta sola fuerza. Es así que desde mis esfuerzos patéticos por esperar el amor terrestre una reacción semejante se producía en mí y yo volvía a esta fuerza.
Cuando André volvió a verme con un aire tímido, como excusándose, yo derramé sobre él durante horas mis discursos sobre el Arte y sobre la Danza, y sobre una nueva escuela de movimiento humano, y yo debía decir que el no mostró fatiga ni molestia, mas él me escuchaba con infinita paciencia, y con dulce simpatía el me describía todos los movimientos que yo había descubierto. Yo soñaba también con descubrir un movimiento inicial de donde habían nacido toda una serie de otros movimientos sin que mi voluntad interviniera, que no fueran más que la reacción inconsciente del movimiento inicial. Yo había desarrollado este movimiento en variaciones diversas sobre temas diferentes: así el primer movimiento del miedo, obedecía a reacciones naturales nacidas de la emoción inicial, o de la tristeza, de donde fluía una danza de lamentación, o del amor, que se abría como los pétalos de una flor y donde la bailarina se elevaba como un perfume.
Estas danzas no eran acompañadas de ninguna música sonora, mas ellas parecían nacidas del ritmo de alguna música invisible. Con la ayuda de estos estudios yo ensayaba llegar a expresar los Preludios de Chopin. Yo abordaba así la música de Gluck. Mi madre no se perdía jamás tocar para mí, ella repetía toda la partitura de Orfeo hasta que el alba aparecía en los vidrios del atelier.
Los vidrios eran muy altos y el techo también era de vidrio. No había cortinas, si bien levantando los ojos se veía el cielo, las estrellas, la luna, pero también a veces la lluvia que caía y se juntaba, y entonces el agua fluía en pequeños ríos sobre el piso, pues los techos de los atelier (talleres) son rara vez impermeables.
En invierno, el atelier era glacial y lleno de corrientes de aire, en verano nos cocinábamos. Y pues, como no había más que una sola pieza no estábamos todos siempre cómodos. Pero la juventud se ríe de la falta de confort, y mi madre era un ángel de abnegación, y no tenía otro deseo que el de ayudarme en mi trabajo.
(Duncan, Isadora. Ma Vie 1928. Paris: Librairie Gallimard. Pp. 80-88)(la traducción es mía)
Luego de leer su autobiografia no puedo menos que compartir con uds. algunos de los capítulos más relacionados con su concepción de la danza.
Ella no entregó una técnica, pero sí entregó un ideal de danza, una proclama de libertad, belleza y espiritualidad,los que ella misma encarnó, tanto en su danza, como en su vida.
El trabajo en su Escuela lamentablemente no se ha perpetuado hasta el día de hoy, en diversos momentos fue interrumpida por tragedias y por la incomprensión, finalmente truncada por la Primera Guerra Mundial, a pesar de eso mantuvo su ideal, que pese a un último esfuerzo no pudo prosperar en la Rusia Bolchevique.
De ella sólo nos quedan sus escritos y ese aire de leyenda que evoca su extraordinaria y triste vida marcada de pasiones, amores y profundos dolores.
Pese a no poder ver sus movimientos, algo de ellos queda y creo que es ese aire fresco que tiene la danza moderna, los inicios de la danza moderna están en eso que misteriosamente denominaba su Arte y que constituía su más grande pasión.